¿Para qué soñar si lo puedes cumplir?: Experiencia de una estudiante de intercambio
Compartimos el escrito de una de nuestras estudiantes del programa de Derecho, quien vivió una experiencia de internacionalización en Perú.
La vida está llena de señales. Señales que a diario puedes recibir y que te pueden indicar el camino a seguir para cumplir un propósito. Justamente eso me pasó a mí. Saqué el máximo provecho a una oportunidad que me dieron dichas señales y que debido a un paso de fe o de atrevimiento, pude disfrutar y marcarla como una meta superada en mi vida. Es cierto que nuestra vida también está llena de propósitos y sueños, sin embargo, superada esa primera etapa de soñar, lo más importante es cumplirlos y coadyuvarlos a ese propósito determinado que se va marcando y aclarando a medida que vas caminando. Lo chévere, es que la segunda etapa, puede ir acompañada de un viaje físico a una cultura inesperada.
Comenzaré diciendo que aunque soy estudiante de Derecho de la Corporación Universitaria Rafael Núñez, mi mayor placer es viajar, conocer, explorar, aventurar y naturalmente, aprender de ello. Fue por eso, por tratarse de una pasión, que cualquier día y contra los pronósticos financieros y emocionales que puede suscitar una decisión de tal magnitud, decidí realizar un viaje hacia un lugar que hasta ese día, solo lo había visto en televisión. Les confieso que viajar genera una satisfacción personal, sentimientos encontrados, sustos, temores, que en su conjunto generan un morbo tolerable, pero esta vez quería reprimir un poco ese gusto egoísta de satisfacción personal, y por primera vez, encontrar en mis caprichosos placeres, el ejercicio de mi propósito y el de mi profesión. Esta vez, además de encontrarme con mi ser interior, quise ayudar a otras personas que necesitaran lo poco o lo mucho que tenía para ofrecerle.
Si crees en Dios, diré que es posible agradecerle a él el resultado, pues la vida, me tenía el plan. No cualquier plan, sino el mejor para mí, toda vez que no cabe duda, que aquel 09 de abril del 2016, después de llenarme de valentía mental, me acerque a la dirección del Programa de Derecho de la Corporación donde actualmente curso décimo y último semestre, para que me dieran la respectivas indicaciones e información de lo que se debía hacer a efectos de poder realizar pasantías o prácticas en otro lugar.
En la dirección de Programa, recibí no solo una solución, sino un reto que me invitaría a descubrir mis capacidades como persona, pues llevar a cabo un proyecto en otro país no es un trabajo que se ejecuta solo. Debes llevarte en el corazón y en el bolsillo, el apoyo de muchas personas que te puedan mostrar y aclarar el camino indicado.
Fue así, por ejemplo, que el primer apoyo recibido, fue de la Dirección de Relaciones Nacionales e Internacionales, quienes me dieron la mejor respuesta, pues fueron artífices a una de las primeras señales y fue la de poder aplicar y ejecutar el proyecto llamado Am Power en Arequipa, Perú ¿No es eso sorprendente? No obstante lo anterior y para demostrar la esencia de nuestra contradictoria humanidad, después de tanta felicidad por la vida, me nuble temporalmente, pues pensé que en su momento me hacía falta lo más importante: El dinero.
Es que era mucho dinero que no tenía planeado conseguir, pero igual las señales no se habían agotado, porque más había durado yo en cegarme ante el muro financiero que en aparecer otra señal en la dirección de Programa. Allí, me ayudaron con un cronograma de actividades para lograr solventar los gastos que requería mi permanencia allá, pues aunque tenía el apoyo irrestricto de mi familia, pude con el docente encargado de internacionalización, vender tortas en la sede de la Corporación, realizar rifas y por último, explorar una faceta que en ese momento era poco conocida, la de chef, al elaborar unos deliciosos chuzos que me dejaron más de un dedo malogrado. Ya, con tan solo hacer eso, estaba aprendiendo que en la vida, a veces hay que ser persistente por lo que se quiere, pues no solo había sido retada por Dios, sino también por mi Alma Máter a la cual le debo mi crecimiento profesional.
Después de un gran esfuerzo, llegó el glorioso 02 de julio del 2016, día este que sirvió de plataforma para partir al maravilloso país del Perú, con una maleta cargadas de ilusiones, de gratitud pero sobre todo de ansias de trabajo por la comunidad. Cuando llegue a mi destino, no solo fui bien recibida sino que también logré conectarme inmediatamente con mi propósito y realizar mi proyecto con jóvenes víctimas de acoso sexual, acceso carnal violento y abusivo y con mujeres madres cabeza de familia, quienes tenían algo en común: La vulneración de sus derechos humanos y fundamentales.
Fue un tema confrontador. No solo por el contenido natural y lleno de contrastes del trabajo que se desarrolla cuando se está en pro de la defensa de derechos fundamentales, sino que en principio, fue necesario entrarme en la cultura, es decir, comer lo que te ofrecían, saludar conforme sus costumbres, hablar su dialecto y cerrarme a la crítica mental que producían mis procesos auto reflexivos de cultura colombo caribeña y que me han dominado por año.
Les confieso que me costó un poco pero no fue un proceso demorado. Aprendí rápido observando y convirtiéndome a propósito, en un personaje más del escenario. Ello me permitió conectarme con mis interlocutores al realizar charlas de empoderamiento y de asesorías jurídicas en cuanto a cada uno de los derechos que cada quien tenía y les asistía, dándome cuenta de lo universal que pueden ser los derechos humanos.
Y es que enseñarle a niños y como a niños, que debían proteger los derechos de los demás e igualmente exigir a las personas e instituciones responsables, las garantías de sus derechos, fue mi diario vivir, y por primera vez, no sentí la necesidad de estar afanada por el tiempo. Con tandas de 4 horas en la mañana con niños y 4 horas en la tarde para adultos, el tiempo no era una carga insoportable, pues era lo que menos me importaba, porque ayudar a los demás te motiva no solo a dejar ese sentimiento egoísta que puede invadir al ser humano, sino también a encontrar un ápice de felicidad duradera e indeleble. Es que yo era feliz de madrugar y bañarme con el agua más helada porque estábamos alrededor de 12°, pero créanme, el encontrarme conmigo misma cada mañana, hallándole sentido a mi profesión y al conocimiento que había recibido durante los 9 semestres en la Universidad, calentaba mis ánimos e impulsaba la satisfacción vital de hacer una amalgama de lo que más me gusta: viajar, ayudar a los demás y el Derecho.
Ahora bien, fueron 40 días llenos de señales para mi propósito, al lado de compañeras de diferentes países entre ellos Brasil, México, Venezuela, Paraguay y Japón, con quienes realice un intercambio cultural magnifico. Y como todo colombiano que se respete, me gané el cariño de cada compañera, pues desde un inicio sabía que no solo representaba a la Corporación Universitaria Rafael Núñez, sino que también representaba como toda una plenipotenciaria, una Nación, unas costumbres, un pueblo, una cultura, y aunque cambiaban mi nombre (me decían Dayrisa) fue un trabajo impecable, sin vanagloria puedo decirlo, porque se trabajó con personas que al igual que yo, sus valores, sueños, señales y propósitos, los hicieron sin haberse graduado aún, todas unas profesionales y maestras, que pudieron transmitir su conocimiento, el cual aproveché, porque yo justamente, era la que tenía menos edad , teniendo la obligación moral de absorber lo que ellas me deban.
Finalmente, mi viaje terminó enseñándome lo agradecido que debemos ser por lo que tenemos, somos y hemos aprendido. Por eso no me cansaré de darle gracias a Dios, a mis padres que son mi eje central, a mis compañeros y a la dirección de programa de Derecho de la Corporación donde encontrarán entre otras personas, a la Dra. Mayra Villalobos, que no solo se encarga de labores administrativas, sino de encontrar soluciones a cualquier situación que se les presente. Siempre es bueno escuchar a quien desde otra óptica, como una visión de emprendimiento, humildad y sabiduría, ve el reflejo aún más claro. Igualmente, agradezco a la Dra. Vanesa Henríquez, quien estuvo antes, durante y después, con una motivación y un mensaje de fortaleza y superación.